¡Olé! Las flamantes y lozanas faldas, adornadas con ligeras colas de pavo real, lucen rudas al ser combinarse con ásperas y lisas chaquetas de motociclista. No sé si la inspiración provino directamente del intrépido estilo de Rossy de Palma, Catherine Deneuve o Françoise Hardy, pero la fornida extravagancia impuesta por Anthony Vaccarello es una continua evolución del look andrógino que Saint Laurent impulsó a finales de los 60s.




Este arrojado cambio supuso transformar la fanfarronería burguesa en un estilo desenfadado, moderno e informal. Asimismo, redefinió el concepto de elegancia por un ideal que vibrara con la energía de las calles y la sencillez casual de los jóvenes. El prêt-à-porter de la línea Rive Gauche se ha mantenido fresco y superior gracias a su terrenal extravagancia. Es rentable y eficiente, como sus rectilíneos blazers con estampado Príncipe de Gales. Trasciende al canalizar frescura y empoderamiento a la realidad.



Pese a que han acusado al belga de usar constantemente la nostalgia y no patrocinar novedad disruptiva, sus viajes por el tiempo revitalizan el legado de la maison. Su atractivo contemporáneo se reduce a brillantes looks envueltos por faldas pencil invertidas o vaporosas remetidas con blusas pussy bow y sostenidas por imponentes botas de cuero.




La sastrería aporta estabilidad y confort al opulento dramatismo de sus volantes al evocar el flamenco o el galanteo de sus vestidos lenceros cubiertos con frondosos abrigos. Esa clase de vaporosidad es maravillosa, atrevida e ingeniosa.



Si bien, el término ‘simplicidad’ es un concepto ambiguo, Vaccarello impone un nuevo significado más arraigado a nuestras fantasías y vivencias que nos provee la moda.




Resto de los looks:









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