Solamente con el anuncio de filmar la puesta en escena con iPhones 16 Promax, con naturalidad, entendías la dimensión íntegra del retorno de Simon Porte Jacquemus al calendario oficial de la Semana de la Moda. Prefirió establecer un aura íntima y sin artificios, al presentarse en un rústico pequeño apartamento, diseñado por el gran arquitecto francés, Auguste Perret — distanciándose del nomadismo rozagante, ostentoso, y petulante que nos obligaba a viajar a paraísos naturales y artificiales inigualables.
Dentro del acogedor recinto privado, Nicholas Chavez, Pamela Anderson, Carla Bruni, Stefon Diggs, Tyla y Audrey Tautou, presenciaron un contraste lleno de sensualidad y clasicismo. Si bien, al analizar cada look, podríamos deducir que su palpable glamour de maestros como Azzedine Alaïa, Cristobal Balenciaga y Poiret, e incluso, atrevidamente se direcciona a la era contemporánea, Mathieu Blazy; refleja su exquisito fanatismo por ellos y por la elaborativa arquitectónica y tradicional de la Haute Couture. La madurez de su estilo es progresiva, aunque con una escasa latente de originalidad. Y, de hecho, sus reinventados códigos fueron definidos e influenciados por la inauguración de sus tiendas en Nueva York y Los Ángeles, más que nada, el impacto de trascender hacia el nuevo mundo.
Aquella visión trasatlántica era dramáticamente ultra vaporosa y nupcial. Habían envolventes chaquetas ‘deportivas’ o ‘opera’ con extendidos cuellos izados gélidamente transparentes, que perfeccionan la silueta barredora de sus ajustadas faldas con pliegues ondulantes. La perspectiva varonil fue más experimental y sorpresivamente volátil. Compartían similitudes abstractas como airosos pantalones horseshoe, ceñidos a lustrosos cinturones de luchador. Era táctil y refinada por el juego de capas abrigadas, con una simetría despampanante que jugaba con los integrados lunares negros de aquel trench coat y fluctuantes rayas de zebra, que adornaban una chaqueta recortada. Sutilmente, el ‘americanismo’ radica en sus vestidos ‘Marylin Monroe’ con un sujetador corset.
El escrutinio de sus códigos es radicalmente maduro. Pero, no es un cambio nada agresivo y fugaz, está elevando su la finura de propia belleza veraniega, llena de expresividad y tenacidad diáfana. La geometrización y erótica de sus vestidos drape con lados abiertos y llenos de electrizante oscilación tan Audrey Hepburn y Grace Kelly, quizás sea el nuevo rumbo que tome Jacquemus, sin dejar a un lado, su recreativa, osada y lúcida manera de pigmentar los rayos del sol en un rectangular canvas en blanco.
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