¿Quién no adora fervientemente a los animalitos que nos sacan genuinamente una sonrisa? Internet constantemente nos proporciona videos de capibaras marchando en fila o bañándose en estanques con cocodrilos, monitos disfrutando de un rico plátano, gatitos ronroneando y perritos durmiendo. No imaginamos que el reinado de la lindura salvaje, fuera arrebatada por un precioso bebe hipopótamo de dos meses, llamado Moo Deng, ciudadano del zoológico Khao Kheow, en la provincia de Chonburi, Tailandia.
Que no te confunda su histeria prematura, su adorable halo, ha resonado por verse furiosa contra todos. A veces, concedemos nuestras crisis existenciales a seres que expresan con sus facciones y ademanes, su incomodidad. Moo siendo tan pequeña, es demasiado semejante a sus cuidadores y espectadores. Las payasadas que se manifiestan en gritos y miradas antipáticas, son compatibles con la rabia que extrae la felicidad adulterada, o la insatisfacción que padecemos en la rutinaria planicie. Su ira describe nuestros bajones emocionales. ‘Es tan yo’ – diríamos.
Deng es el mantra visual que inspira a animarnos en un día lleno de terror y lamentos. Tal fascinante animalito, gana el cariño de la virtualidad, solamente por ser ella. Su sensacional fama, ha ganado el corazón de una deprimente sociedad, quién ya ha abarrotado el recinto que habita, lastimando su integridad por un marketing acosador. Dazed señaló que su área ha sido invadida por pesados turistas, arrojándole comida y molestándolo.
Ojalá, Moo Deng, puede ser protegido con la debida seguridad. En ocasiones, el ser humano arruina todo lo que descubre. Tristemente, lo bonito se capitaliza y lo hermosamente noble, debe ser rentable y útil ante una economía dispuesta a enriquecer sus bolsillos, con la malherida inocencia de otros.
Esta criatura de la naturaleza, trágicamente vulnerable y fascinante, tiene nuestro amor.
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