Lo primero que se me vino a la mente, al ver las primeras chaquetas-blusas con hombreras mutton, que fijamente recrean la silueta de un pez y espeluznantemente, hechas con un ilusorio tweed y rayas playeras de a principios del siglo XX, dije: ¿esto es Chanel jurásico? ¿Acaso Nicolas Ghesquiere indirectamente nos estará diciendo telepáticamente sus deseos laborales al adornar sus vestidos con decenas de collares eclesiásticos? Esa frenética y agitada estética, es igualmente renacentista o muy Rue Cambon.
El oversize milimétricamente estático y valeroso, se ha convertido en un sello personal de Louis Vuitton, en su fase exquisitamente viajera. Celebrando su décimo aniversario en la maison, peligrosamente, sabotea lindamente y energéticamente, con sus pantalones pijama o de ciclista de maratón y gruesas sandalias, que evocaban un íntimo pasado, rebosante de ligera fluidez con estructuras arquitectónicas, reflejadas en eclécticos camisones drop-waist, llenos de estampados florales y adheridas piedras de río.
Esa flexibilidad desafía la gravedad (hipotéticamente) con su detallista quimera, flotando en sus gitanos, cuadrados vestidos, medianamente túnicos, con lineamientos abstractos. Mismos espejismos históricos y científicos, se requiebran con el decorado literario de la pasarela, ya que aquellos baúles parecían grandes enciclopedias llenas de fé y conocimiento.
Aquella noción de masculina, pesada airosidad, es contradictoria ante el ‘poder suave’ que buscaba Ghesquiere. El contraste de sus tonalidades y un cuidadoso tailoring, hacía que todo fuera ostentosamente ¿bohemio? Siguiendo la repulsiva predilección de las transparencias, resbaló con profundidad, la límpida holgadez, pintada y confeccionada por el artista francés Laurent Grass, en su sección final.
Y bien, ¿en donde queda el renacimiento y la doble C? Ingenuamente, su volatilidad artística llena de fenómenos celestiales y bíblicos, revolucionan la cotidianidad con un toque fresco, experimental y futurista. Nicolás es Miguel Angel que suaviza el oscurantismo, al volar nuestra limitada imaginación parrandera y hereditaria.
Resto de la colección:
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