Casi termina el semestre y bien, andar por la escuela de manera uniformada prosigue en un sendero que apetece jugar vacilando con el otoño. Lisa de Blackpink, quien adora usar lindos conjuntos preppy, ha demostrado un progreso académico al tomarse en serio su papel de colegiala aplicada y demostrar que es la mejor de su clase, al concentrarse en una meta: vivir al máximo tal etapa.
Apostando por modernizar el elitismo del Constance Billard, suavizó la pureza chic de Blair Waldorf y el coqueteo travieso de Serena Van der Woodsen, al servirnos atuendos demodé usando un conjunto frágilmente tenista, acentuado por un livido cárdigan con un estampado floreado, matcheando con su camisa y enfatizando su intelectualidad, gracias a una mini-falda plisada de tweed rasgado, tildando una cintura vorazmente alta. Sus candorosos e ingenuos Mary Janes, denotaban su etapa muñequita de porcelana, manteniendo su virtuosa inocencia en un mini bolso en forma de perrito salchicha.
Esa melancolía neoyorkina, se educó y fructificó en el segundo cambio que relucía un lado ásperamente estricto, pero diestro. Lisa, la tutora que reprende a los indeseable e indignos del aula, reportándolos con el director interino en un traje ajustado con un sobrio patrón de cuadros marrón. No es aburrido ni anticuado, ya que le dio un reluciente toque jovial, intercambiando sosas medias beige por calcetines grises de lana y encantadores mocasines negros. Una confidencia proactiva.
Tal llamativa y corregidora estética, ha ido en ascenso. La It girls del ahora, en su búsqueda por el outfit perfecto que se adecue al descenso apacible de las hojas y el florecimiento abrupto de calabazas, añoran revivir ese furor escolar – madurarlo e imponer su aspirante y frívola voluntad.
La frialdad inhumana y aburrida de un uniforme escolar, atraviesa las fronteras de salones aborrajados por el 6 e inauditos y costosos extraordinarios.
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