Entre la desmedida curiosidad e incertidumbre por tener alguna foto del desfile de The Row, ya que nadie puede postear alguna foto, hasta que las oficiales salgan, ese alboroto perdura y los comentarios de los privilegiados asistentes, creaban mayor especulación y ganas de ver sus refinadas divinidades.



Al momento de desbloquear tal misteriosa joya, notamos que fue un sublime realismo otoñal. La atmósfera que han creado Mary Kate y Ashley Olsen se ha tornado hacia una vibe más relajada, desenfadada y plácidamente casual. Tanto apacibilidad es primorosa y amable con el entorno que viven las girlies. Literalmente, bajaron los pies a la tierra al salir descalzas y con un rockero pelo enmarañado.




Tal vez las gemelas están buscando un modo de generar interés con emociones y actitudes que chocan con ese impecable glamour minimalista, pero lógicamente sensato, al reflejar una actitud más confidente y empoderada, que demuestra una nata seguridad y fashion sense.



El intrépido y suntuoso layering que han ido puliendo, alejado de una normativa estricta seriedad plana, se transmite en el silencioso y cálido arropaje de gabardinas con un aspecto militar, ligeros suéteres grises y el laxante dramatismo de sus holgados, pero firmes batas.




Sus largos vestidos sheath de punto, que lucían como lindos overoles y la austera frialdad de los cuellos exaltados de sus abrigos opera, combinada con la puritana finura de sus faldas y blazers, tensaban una estética hiper cara, aunque espontánea con los pedazos de tela enlazados a los hombros.



Todo era vigorizante, ligero y hermoso. La severa rigurosidad es inmaculada y sosegada, asimismo, su devoción por lo tranquilo e íntimo, permanece intacta y lujosamente chic.




Resto de los looks:
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