En algún punto de nuestras vidas, hemos escuchado: “la belleza cuesta” o “hay que sufrir para ser bella”. Estas frases esconden algo más perturbador: la glorificación de la autolesión.
Vivimos en una era donde las girlies han roto esquemas y reformulado ideales de género. Sin embargo, hay ciertas ideas que persisten en desaparecer, como esa noción de que el dolor es perfección. Todavía existen prácticas de autocuidado que son ciegamente seguidas por muchos, justificando y perpetuando nuevas formas de obsesión y trastorno al etiquetarlo como “healthy” para que se acepten sin más.
La historia nos ha enseñado la drasticidad que repercute en prácticas extremas de belleza: el uso de corsés, aparatosas dietas y cirugías invasivas. Hoy, el Ozempic ha ganado lugar como un “remedio” milagroso para adelgazar, sin la necesidad de hacer ejercicio, ignorando convenientemente sus efectos secundarios.
Irónicamente, uno tiene que lucir como un enfermo o adicto, para alcanzar la hermosura que tanto nos prometen si haces esto o aquello. ¿Es autocastigo … o lo llaman disciplina? Yo diría que masoquismo.
Incluso, el bienestar se ha vuelto también una forma de control brusca y subversiva. ¿Por qué un cuerpo ideal tiene que ser mutilado? Porque, sí, el cuerpo es un objeto comercial que si anhela éxito, necesita sufrir y comprometerse a un sometimiento físico y mental. Si te irrita o quema, entonces “funciona”.
A fin de cuentas, es inestable ser “perfectos” y debemos reconocer que el bienestar verdadero trasciende más allá de lo físico.
What do you think?
Show comments / Leave a comment