Forever 21 era un lugar donde todas las girlies podrían conseguir algo lindo y maravilloso, un lugar donde encontrabas la blusa perfecta y encantadores jeans acampanados, pero nadie se imaginó su repentina caída fuera tan breve.
Hace semanas atrás, ya se precipitaba una segunda bancarrota en menos de seis años y el inminente cierre de sus tiendas físicas. No pudieron ser capaces de evolucionar y sostener los desafíos económicos que venían arrastrando, optando por una liquidación total de sus productos.
Desde hace tiempo, era notorio un ambiente laboral inestable, agregando que su competencia es más atractiva, dinámica e innovadora— peculiaridades importantes que no han podido encajar y adaptar a la marca y seguir el ritmo de las microtendencias que inserta el mordaz fast fashion.

Fundada en 1984 por la familia Chang, su destellante originalidad fue todo un fenómeno de vanguardia que emocionaba tanto a millennials como a la gen Z. Sus accesibles prendas entusiasmaban por su divina y encantadora simplicidad que todo blogger (sorry, pero aquel entonces así se llamaban) portaba en Coachella o en sus andadas de inventada. Literalmente, todos fanfarroneaban sus compras al pavonearse con su icónica bolsa amarilla. Incluso, nos bendecían al centrar su fé en su negocio y esparcirla cada vez que nos llevábamos algo.
Su jovial vibra te atraía y te sentías cool al estar al último grito de la moda.
En su apogeo, llegó a alcanzar un estatus de culto entre los teens y cifras que superaban los 4000 millones de dólares. Sin embargo, aquella popularidad rosada se fue desvaneciendo. Pese a tener cientos de tiendas alrededor del globo, empezaron a tener serios problemas financieros, que los llevó a declararse en bancarrota en 2019, aunque fue comprada por Sparc Group, en un intento por salvar sus operaciones.

La pandemia del Covid-19 fue la gota que derramó el vaso. Mientras todos vieron el potencial de vender online y la segura efectividad que les concede, reduciendo costos, Forever 21 no pudo dimensionar esta ventajosa oportunidad, sumando a que su calidad empeoró y que plataformas como el grupo Inditex, Shein y Temu le arrebataran el mando, con una variedad más barata e ¿inclusiva? Básicamente, era una mejor experiencia de compra y retail, lo que no tomaban en serio.
Con una sociedad adicta a las compras a un ritmo peligrosamente desenfrenado y la contaminación que genera esa idea de usar prendas desechables, luciría como una victoria medioambiental, pero tal adverso infortunio ni siquiera una entrañable nostalgia convence de rescatarla de la miseria.
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