DIVINO. MAJESTUOSO. HERMOSO. 

Fue tan súbito lo que mis ojos vieron bajo la potente ilusión que nos arrebató el sueño, hechizados por sus relucientes y despampanantes paredes de mármol carmesí que vislumbraron el aura del recinto. 

Anthony Vaccarello una vez más eleva su poder, dominio y fuerza creativa al revitalizar el flamante legado de Monsieur Yves Saint Laurent, potenciando su energía y vigor material en algo imperiosamente perpetuo. 

Tal exquisitez y respeto, iban en sintonía con un artificio que era combinado con un audaz sentimentalismo tan cegador. En definitiva, era otro manifiesto que nos envolvía con un romántico pasado algo demodé, pero humilde. Era tan grande un preferente entusiasmo por algo despreocupado, sencillo y austero. Claro, no me refiero a un puritano minimalismo ‘90s, sino a la rancia fastuosidad egocéntrica de la Haute Couture. A esa idea de generar una indumentaria desorbitante y majestuosa con el color, movimiento y volumen. 

Basándose en la incomodidad, ya que el belga no suele utilizar matices ácidas y exageradamente saturadas, ofrecía libertad bajo una estructura ligada a la geometría. Tal límpida elasticidad que se asienta en las prendas, era opulenta y magnética. Era cero pretencioso y banal su objetividad. Todo sintonizaba bajo la decadencia puntiaguda, viril y triangular de sus hombros que estructuraba la fluidez de sus imponentes primeros abrigos con un cuello alto y un fino cordón que los sostenía, aquellos mini vestidos saco y arrogantes blusas de encaje. 

Tanta vividez colorida, era regida por un animoso exceso oversize que ni sus vestidos trapezio de plástico floral, no disminuyeron la pasión. Su fabuloso outwear continúa en una línea de impecabilidad y atemporalidad. Deliciosas chaquetas de aviador se arropaban en los saltarines vestidos de gala ‘50s en tonalidades marrones, creando primorosos bloques de color, pero joviales con sus camisoles de encaje y moños en la cintura. 

Quizás se haya vuelto repetitiva la estética, pero agh, sus tacones curvados y pendientes dorados son tres chic!