Marilyn Monroe dijo una vez: «Los diamantes son mis mejores amigos», pero ¿qué tal si las perlas son nuestras besties de por vida? Una de las colecciones más puras e ingenuamente estoicas que ha visto el ojo humano, fue presentada por la sagrada y fina mano de Giorgio Armani. Es un útil exceso que fue capaz de levantar los ánimos de quién vio la entera colección. Una hipnotizante fervor a la belleza humana, arrobada en una densa traslúcida extravaganza.
En 89 looks (dato random: es la edad que tiene Mr. Armani y un adelantado ¡Feliz Cumpleaños!, ya que en Julio 11, cumplirá 90 años) la perla fue recolectada y seleccionando las más inmaculadas, se fusionaron, impregnaron, brillaron e iluminaron una imaginación plasmada en una realidad textil. La atrapada modernidad, que es positivamente enganchada a la filosidad de sus refinadas cropped peplum jackets, deleitaban el ojo de tanto espectadores como regulares clientes, pasmados ante el juego de la luz, que favorecía los lustrosos metálicos y cristales incrustados.
El ambiente es positiva y se siente retro en muchos aspectos, pero la espectacularidad de sus múltiples técnicas y decorados, sabotearan las próximas red carpets de todo el mundo. Armani ha cimentado un reservado glamour con una elevada atracción, que proclama una delicadeza y fuerza a sus portadores. Su estética es fértil y realmente, aviva el ser con aquellos preciosos vestidos columna con miles de perlas incrustadas; arrancando la supuesta sobriedad por una neutralidad, opacada con la platinez-amarillenta de las refinadas brillantes transparencias. Cuanta exquisitez que es glorificada en la rigurosidad de destacar una estrecha silueta que se desborda, en opulentos bodices y en la tonalidad blanca – negra que materializaba una amada y duradera ostentocidad.
Las girlies en busca de una fina gentileza que alabe la feminidad, Armani Privé les dotará a su favor, un esplendor cósmico.
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