¿Recuerdas aquel vestido blanco largo, ceñido con rayas azules y lentejuelas que la Nana Fran usó para acompañar al señor Sheffield a los premios Tony? Bueno, ese icónico vestido fue creado por Hérve Léger a mediados de los ‘90s, y es conocido como el “bandage dress”. Sin embargo, su origen se remonta al Azzedine Alaïa, quien lo inventó como respuesta a la ostentosa y el estruendo visual de los ‘80s.
Posiblemente lo ubiques mejor si te muestro alguna foto de Kim Kardashian o Paris Hilton saliendo de alguna fiesta en los 2000s. Aquel vestido que parecía haber quedado en el olvido, resurge como un símbolo de “autoempoderamiento” o quizás como una respuesta estilística ante las crisis económicas que padecemos.

Aunque no lo creas, su popularidad fue desbordante. Su corte funcionaba como un moldeador de siluetas: digamos que era un “sostén perfeccionista”. Empezó siendo un vestido de supermodelo, luego como un uniforme de las It Girls y terminando como el atuendo obligatorio de fiesta por excelencia.
Hoy, una nueva generación ha redescubierto su potencial “aspiracional”. Quizás el momento que detonó este revival fue cuando Kaia Gerber asistió al estreno de su película Shell en el Festival Internacional de Cine de Toronto, luciendo un vestido blanco largo con bondage: una recreación del look de su madre, Cindy Crawford, en los Oscars de 1993.


Pero si bien su regreso se debe a que los jóvenes han preferido refugiarse en la nostalgia, este ha sido objeto de debate. ¿Empodera o perpetúa ideales retrógradas? Tal vez sea un poco de ambos. Un “lindo contraste”, por así decirlo. Es extraño, puesto que muchos lo critican, otros lo ven como un tesoro que reafirma y protege la figura. Porque sí, todas en algún punto, se sienten atraídas por el bandage dress.
Una pieza predilecta, sin duda.
Centrándonos un poco en su auge, el culto al gimnasio estaba en su punto más alto: hacer ejercicio no era solo hábito, era cultura. Con este vestido, era obvio no mostrar tus esfuerzos invertidos: no querías esconderlos, más bien, presumirlos con ropa apretada; diferenciarte del resto.
Sí, genera controversia. Pero sorprendentemente, su aprecio es voraz y codiciable.

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