La suntuosidad eclesiástica que irradia el Palais des Papes, tal magnificencia de antaño que rodea sus imponentes y fortificadas paredes medievales que reflejan un decadente esplendor gótico, atestiguaron un tenue renacer bajo el mando de Nicolas Ghesquiere.

Este recinto cultural que se convirtió en la sede del papado en el siglo XIV, su exuberante austeridad forjó una histórica alineación creativa que desprendió un llamativo guardarropa para las valerosas cabelleras que pertenecen al ducado de Louis Vuitton. Con su retrofuturismo, se rescata una crudeza estilística militar, aunque poética en su intrincado y vaporoso detallismo que sucumbe a la fascinación artística de la nobleza franca. 

La maison que se encarga de una logística que le da sentido a su raison d’être, ha logrado que la antigua sede de la cristiandad occidental, luciera como el perfecto escenario para hechizarnos con su magistral cuento. Mientras la historia y la cultura se entrelazan en el alma de Ghesquière, tornándose como una fantasía personal. El vestuario heráldico es modernizado por looks que los confundirían como la armadura de un soldado de los pueblos del mar, pero dudosamente bohemios al portar cristalizadas sandalias peep-toe de festival o hechas de vitrales de catedral. 

Tal perversidad era confusa, aunque su inspiración reluce una preciosidad artesanal en sus brillosos mini vestidos llenos de patchwork sobrevesta de la era de bronce. A través de su constante experimentación y alteración de la realidad, se diseñan increíbles y rimbombantes faldas de abanico, chaquetas bondage de pastor u herrero con un aspecto desgastado, tapices que adornaban blazers de ejecutiva de palacio y túnicas ¿bias-cut? de pliegues. 

Entre el dramatismo religioso y severamente pop, la teatralidad del recinto hace que este armario sea un espectáculo rockero, pero celestialmente ostentoso y desaliñado. Puede que la historia agobie (un crimen decir tal falacia), pero del modo cómo Ghesquière revierte manuscritos en latín o exorbitantes pinturas en voluminosas capas o flamantes blusas, tal montaje es llevado a la cotidianidad con orgullosos relinches.