“¡Chavas sad!”, decía mi compa Rafa al hablar sobre por qué a las girlies les encanta vivir en la nostalgia. Una observación bastante lógica acorde a nuestros tiempos. Hello! Solo basta con mirar Instagram y TikTok. Probablemente, tu feed estará lleno de contenido que, de una u otra forma, revive momentos icónicos de los 2000s.
Pero esto va más allá de las redes sociales. La moda, el entretenimiento y la música recurren a contenidos del pasado con frecuencia. La inspiración del ahora se basa en flashbacks. El ayer es un delirio, pero también es un refugio seguro.
En términos más generales, vivimos en un momento crucial donde la inflación nos exprime y la política se torna extremadamente facista: el mundo apesta. Tanta incertidumbre y estancamiento provoca sensaciones de recurrir a aquellos instantes donde todo era más próspero, mejor y simple. Lo que es considerado vintage, es un objeto de culto.
Y aunque muchos critican la falta de originalidad con el alza de remakes y reinterpretaciones flojas; las nuevas generaciones descubren que el ayer es un imán de genialidad y autenticidad. Vibras con el pasado y se vuelve un impulso que ayuda a superarte. ¿Contará extrañar a tu ex hediondo? Ay no, mejor “mátame ese recuerdo de ese amor amargo”.
Siendo girlies chambeadoras es típico expresar una añoranza por la infancia: una época donde no sufrías presiones laborales o sentimentales, únicamente disfrutabas una ricas quesadillas con un vaso de chocomilk, viendo Hannah Montana o Bob Esponja. ¡Felicidad!
Por otro lado, aquello que desconocemos, la curiosidad se encarga de descubrirlo. Es un mundo de ensueño, sí, pero tarde o temprano hay que aterrizar en la realidad. La nostalgia reconforta, aunque también puede intoxicar con suavidad. Hay que mirarla, entenderla y afrontar el destino.
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