Algo que me sorprende en el temerario realismo que han adoptado los diseñadores, es la utilización tan pragmática de mostrar ropa arrugada como la normativa del día. Esa imperfección tan molesta, que tratamos de borrar con una plancha, ¡pum! Es símbolo de habitualidad y delicadeza mondo. En Ferragamo, Maximilian Davis cree que la tierna pulcritud del ballet, conjuga con su inspiración que se entrelaza entre la historia de la casa y la armonía de la danza.
Aquellos frágiles cisnes, ambiguamente se incrustan a la elegancia atemporal que ofrecen. Estáticamente las prendas no cobran vida; tiene que haber un senil movimiento, que realza la finura de una bailara. Se recorre una liberación profunda al cuerpo, al tornar cada look en airoso y funcional, con un toque de ingenuidad. La dureza de unos zapatos de ballet se corroe en abrigos tácticos y militares cortados a la mitad, formando una especie de revuelo errático y moderno; estas mismas se alargaban flojamente a la par de semi-destruidas faldas, proporcionando una respuesta efectiva a los bruscos tiempos que no moderamos.
Bodies, leggings y zapatillas de satin con stilettos, eran adaptadas a los bruscos apuros de la mujer contemporánea, con capas-abrigo billowing de nailon con púas de metal. Presiento que Davis quiere ejercer un control de calidad al sportwear al introducir una vestimenta que cubra necesidades de estilo y ocasión, construyendo un guardarropa óptimo y lindo con chaquetas aerodinámicas y vestidos voluptuosamente asimétricos de silk knit, marcados por la herradura de Ferragamo en el pecho. Ese creativo esplendor, adopta formas muy ruidosas por su sexy eficacia remarcada por los adornantes flecos decaídos. Este alumnado se corrompe ante un romanticismo idealista, que da la sensación de fortalecer sus cuerpos con una resistente madurez tan urbanamente casual.
La ironía coreográfica fue acentuada por el fit orgánico que permite menearse por la simplicidad de sus telas aparentemente enjuagadas por tonalidades pasteles, arropadas en útiles camisas drapeadas y la rapidez de su estilismo. Inimaginable, el cuero es una alternativa que deja ir el perfeccionismo de una bailarina. Maximilian logra que nos perdamos en un éxtasis material que borra una frígida imagen.
Solamente, nos quedó debiendo algo: un tutú.
Resto de los looks:
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