Marc Jacobs hace lo que le da la gana. Así de Simple. No le importa la opinión ajena, y eso lo comprobamos al volver con su decadente fantasía kitsch de estética victoriano. La exageración se ha vuelto parte de su identidad, posicionando tal concepto como un argumento subjetivo para sus manifestaciones artísticas. De hecho, la belleza es “una cualidad o combinación de cualidades que da placer a la mente o los sentidos” y esa definición la llevo al limite. 

La extravagancia se ha vuelto rentable, son pocos los que se atreven a validar su locura plenamente. ¿Cómo rayos se puede diseñar una blusa hermosa, inflada de encaje yeso con hombreras mutton y combinarla con un falda pencil con dobladillos pomposos sin verse banalmente pretenciosa? Bueno … el surrealismo es casi inalcanzable y absurdo, a menos que se cuente con licencias en accesorios para solventarlo. 

Jacobs opta por fanfarronear un mix ecléctico cargado de historia y caos: una chica gótica eduardiana perdida en un laberinto coquette. Desde el momento en que note un vestido ensanchado hecho de un layering de camisones de girlie adolescente, otro blanco que aparentemente estaba hecho de salvavidas por su exagerada boltura, y una blusa lavanda ridículamente ‘80s con su imponente volumen retraído en sus mangas abullonadas que parecían capullos floreciendo, me quedé atónito al entender que este era un closet de muñecas Bratz de antaño …  con botas ¿de plástico? Imposibles de maniobrar, pero gratas de coleccionar. 

Las prendas, distorsionadas y  tridimensionales, se embellecen con referencias a las alucinantes fantasías barrocas – punk de Vivienne Westwood, Christian Lacroix y Simone Rocha. Todo se caricaturiza con proporciones hiperbólicas y adorables. Sin embargo, pese a la desproporción, todo se sentía romántico y lindo, delicadamente soberbio: como aquel largo vestido morado hecho de moños arrugados sacado de algún film de Tim Burton o directamente de Poor Things.   

 Estas esculturas de aire se ajustan al cuerpo como un guante, aunque estrechan una silueta ridículamente adornada con lazos y corsés que parecieran burlarse del efecto Ozempic, combinados con telas traslúcidas que dejan poco a la imaginación.

Francamente, Jacobs quiere experimentar con una filosofía avant-garde libre de carga simbólica y abierta a la interpretación: un exceso desbordante, provocativo y entusiasta.

Resto de looks: