Nadie es inmune a una funa. Cualquier acción o comentario indebido es tu ruina (momentánea). La sensibilidad de la Gen Z es frágil, aunque muy consciente de su entorno y cambio.
Hace poco, el aclamado estilista Law Roach – famoso por vestir a Zendaya – posteó dos fotos con un tono irónico: un antes y después. “Inocentemente”, en la primera, sostiene un caimán vivo; en la segunda, una exótica Birkin de Hérmes.
“¿Y lo malo?” dirán muchos. Bueno, su “ocurrente” transformación ha sido criticada severamente por organizaciones ecológicas, que lo acusan de “frivolizar el maltrato animal”.
Entre risas y halagos, la mayoría de comentarios ha mostrado una postura en contra respecto a la vanaglorización de este tipo de piezas tan insólitas como extravagantemente costosas.
“Te creés gracioso y distinto, pero solo demuestras una falta de conciencia y un desprecio por los seres de nuestro planeta compartido. Necesitas un nuevo asesor de imagen”, fue la respuesta que lanzó PETA en contra de él. Otros han expresado su «indignación por un ídolo caído”, ganando el «unfollow» y «reporte de cuenta» de miles.
Aunado a esto, este caso en particular evidencia la toxicidad romántica que se le tiene por lo exótico. Algunas casas de moda ya han abandonado su uso, pero en la intemperie volátil cultura pop, el lujo ha dejado de ser aspiracional si no existe un contexto que justifique su origen. Sin una reflexión, puede convertirse fácilmente en un espejo de privilegio y desconexión.
