Ni a pesar de la diferencia de horario, el reloj aún no marcaba las doce, varias Cinderellas que gozaban de las fiestas del Upper East Side; huían con demasiada prisa de aquel maldito encantamiento. Por los largos y huecos pasillos del New York Public Library, se escuchaban, pasos apresurados de extravagantes tacones de elfos, que pisoteaban la magia perversa y devoradora del conservadurismo; validando si había una aburrida proporción que no coincidiera con la dotada libertad, que uno fantasea al soñar con los cuentos de hadas de Disney. Marc Jacobs impuso toda clase de referencias producidas por el pequeño ratón y una que otra hollywoodiense. Una perspectiva que exhibió una cómica vibra, llena de burla e irreverencia con una sazón de Pop Art.
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Se percibía una descontrolada y justificada alegría, que expresaba una deseo por jugar a vestirnos (tal como solíamos hacerlo en la infancia) con prendas y accesorios de los años 30s y 40s. Una animada descarrilada libertad, se ha desarrollado con sorprendentes proporciones que ni el propio Popeye con su espinaca, podría contener la voluntad de Olivia Olivo, que estuvo presente con aquel conjunto, que era un chaqueta roja y una falda morada con una silueta de trompeta. Además, iba acompañada por Marilyn Monroe, en un vestido blanco, con un efecto de airosidad que alteraban sus pliegues congelados, fijándose si los polka dots de Minnie Mouse, eran lo suficientemente circulares.
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Esta sátira al quiet luxury, es bastante graciosa. Las alteraciones de típicos militar – boucle suits con pedrería Swarovski, la combinación de circle skirts de cuero con camisas tejidas a la Miuccia Prada, vestidos ingham floreados hasta ball gowns prestados del guardarropa de Blancanieves – realmente, elude a ridiculizar aquella elitista manera de vestir. Mezclando brillo y una pastelera acidez colorida en diferentes formas y tamaños – más susceptible a interpretar la farsa realidad.
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Lo que a Marc Jacobs, tan original y único, es que sigue siendo él mismo; transmite humor e ingenio, con una imaginación desenfrenada al embellecer su vida con geniales uñas y con maquillaje de la señora de Cara de papa.
El multiuniverso confabulado es sanamente cachondo; demuestra que Marc, solo quiere divertirse y relajarse. 40 años en la industria, lo sigue motivando a emanar una radiante energía que su propio historial artístico, le concede. No retrocede a lamentarse por la decadencia social, quiere que una locura, sacuda las dormilonas mentes que impiden abrirse a una libertad que sus propias normas, no quieren aceptar. La validación ajena queda obsoleta, al notar que una profunda transformación intrapersonal, permite reírnos y gozar de lo incoherente.
Las girlies añoran un mundo en el que prevalezca el amor, la fe y un respeto hacia lo que soñamos. Solo quieren ser felices y Marc te ayuda a conseguirlo.
Resto de los looks:
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