El dolor y la violencia han sido representados con un brutal encanto desde tiempos inmemoriales. Han servido como fuente de inspiración, para figurar aquellas proezas realizadas en nombre del desamor (principalmente) en la literatura, pintura, música, cine y bien, la moda. Es un tema que intenta ser comprendido y utilizado. Se explora su oscuridad sensorial y emocional, transformando lo sangriento, crudo, humillante y cruel, en un inesperado atractivo estético.
¿Cuántas veces hemos escuchado frases como «si no duele, no funciona» o «la belleza cuesta»? refiriéndonos al atroz sacrificio de encajar con los impuestos estándares de belleza. Desde los corsés que provocan deformaciones a los órganos y problemas respiratorios hasta el uso de sustancias tóxicas para detener la vejez, nos encontramos en un panorama donde la gen Z, ha adoptado un enfoque más retador sobre abrazar una estética cruda. ¿Cómo podríamos interpretar aquel fetiche por una cicatriz o un ojo morado?
Si bien, los jóvenes lejos de buscar la perfección, han optado por una vereda más realista, capaz de permitirles expresar sus molestias y aflicciones, usando el maquillaje – una herramienta que permite exteriorizar lo que sientes, especialmente entre los creadores de contenido e influencers que adoran los Get Ready with Me. Tal vez el interés por maquillajes sucios, ensangrentados y desordenados responda a un aburrimiento generalizado, a restricciones familiares o a la búsqueda de sensualidad. El sufrimiento se ha transformado en algo visualmente atractivo y viral en estos últimos meses. Este tabú ya no se limita a ser un disfraz de Halloween; ahora, la estética del dolor se posiciona como una declaración provocativa, casi masoquista.
Películas como Fight Club, videos musicales ‘Von Dutch’ de Charli xcx, páginas de tattoo shops coreanas, vendiendo moretones como diseños instigadores y originales, maquillistas suplantando lo grotesco en algo bonito, muestran una habilidad inquietantemente brillante, incómoda y tétrica.
Más allá de incitar y denunciar lo que representa el dolor en el arte, también refleja una preocupación o disgusto sobre lo vacío e insensato que podrían ser estas representaciones si no tiene alguna justificación o motivo para abstraer tales ideas. ¿Hasta qué punto la representación de estas ideas es un utensilio para denunciar o simplemente un capricho vacío que banaliza el sufrimiento?
Ciertamente, los artistas usan las problemáticas viralizadas en Instagram, X y TikTok para destacar las historias de personas ignoradas que viven con afecciones médicas, trastornos genéticos y víctimas, cuyos testimonios generan empatía y debates. Tal vez el cómo la cultura pop representa la violencia como algo sexy, escenificado e ¿icónico?, distorsiona todo, llegando a suponer que exponer demasiado el sufrimiento, le quita al humano ese sentido de compasión. Se vuelve superficial cuando no hay un contexto, luciendo hueco. Queda claro que el dolor es glamurizado.
@katoruna んな綺麗に泣けるか〜!!💢マスカラ落ちがガチ病みって感じで可愛んじゃない⁇^_^ #cryinggirl #makeup #tutorial #fyp #メイク動画 #泣き顔 #こんなもんじゃない #グリーンスクリーン
Las denuncias que se realizan en un performance o en los medios, bien o mal, auxilian tales heridas. Pero si estos actos no se realizarán, ¿cómo sabríamos de las desgracias que se padecen? o ¿de qué modo se podría expresar tal cosa? ¿La belleza nos protege del trauma? ¿Desde cuándo la sangre se tornó un tema filosófico y monetario? Probablemente, lo importante ante esto es la causa y el medio. Sin estos dos, el dolor es insensibilizado.
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