Jamás había presenciado tanto erotismo y morbidez en un desfile de Gaultier. Mi compañero Rafa comparó el trabajo la vaporosa sensualidad de náufrago con algunos looks icónicos del clásico de Disney, ‘La Sirenita’, y tan descabellado no fue su análisis; ya que Ludovic de Saint Sernin se inspiró el video musical de Seal y Mylène Farmer y en el archivo de la maison.
Sin duda alguna, el corsé se ha convertido en la prenda más difundida de la temporada, y en esta nueva colaboración, literalmente, se basó en esta provocativa y romántica prenda interior. Tanto erotismo gótico era innegable. Estas ‘Ariels’ resplandecían no solamente por su canto, aquella falda con lentejuelas de color espuma de mar pálido, con un movimiento de olas congelado, marcaba un prosaico hundimiento a este universo mitológico dominado por Neptuno, que su mera cinturilla ceñida, era sujetada a la erótica burbujeante de sus etéreos vestidos transparentes con los pezones al descubierto.
Tal imaginativa de cuento de hadas, fue sustraída con el fantasmal horizonte del intrépido Principe Eric, que se desvanecía con un airoso largo blusón-capa, huyendo de ser maldecido por la bruja del mar, Ursula, quién se disfrazó de una novia rumbo al altar con aquel vestido blanco crinolina lleno de plumas con un revestimiento especial para que parecieran mojadas o adornar el tartán de lana con cristales y el deshilachado vestido negro, que súbitamente hermosos.
Estos seres que resurgían de las profundidades del océano, empapados, desgarrados y arremolinados por el salvajismo indomable de sus aguas y quizás huyendo de los piratas que vestían con amenazantes trajes de cuero con una impresión de piel de cocodrilo, los náufragos se arropaban con llamativos vestidos de escalonadas sogas y encaje desprendidas, prendidos a un ancla y pedazos de corsé angulares, ramillanos en trenzas.
Este incomparable savoir-faire acuático, es una narrativa que emular la raison d’ etre de Jean Paul en su máximo esplendor carnal, que definitivamente es fiel al usual desenfreno de ambos por narrar historias que el mismo Cupido amaría por flechar y salvarnos de la frustración con aquel barquillo en forma de sombrero, tomando el control de nuestras vidas con su brassier de timones. Arrgh!
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